
El pasado fin de semana, Villavicencio despertó bajo el agua. Las lluvias torrenciales del 19 y 20 de abril desataron el furia del río Guatiquía, que se salió de su cauce y convirtió la vereda La Argentina en un pantano de lodo y desesperación. Más de 350 familias perdieron muebles, cultivos y la poca tranquilidad que les quedaba. En municipios como El Castillo y Vistahermosa, los ríos Ariari y Guape no fueron menos crueles, arrasando con vías rurales y dejando a comunidades aisladas. La Defensa Civil, con sus camionetas 4×4 y equipos de rescate, ha intentado contener el desastre, pero los llaneros se preguntan: ¿dónde está la ayuda prometida?
No es la primera vez que el Meta enfrenta esta tragedia. En julio de 2020, el entonces gobernador Juan Guillermo Zuluaga reportó “2.557 hectáreas inundadas y seis ríos desbordados” en 12 municipios, con Villavicencio como epicentro. Dos años después, en mayo de 2022, el río Guatiquía rompió un dique en la capital, afectando a 1,200 personas y paralizando el aeropuerto Vanguardia. Más recientemente, en febrero de 2025, el río Ariari aisló a 300 familias en El Dorado y El Castillo, con la Gobernación admitiendo que “las emergencias invernales” siguen golpeando sin piedad. Al parecer, las promesas de diques, dragados y planes de ordenamiento territorial se han quedado en titulares de prensa.
La percepción es que las autoridades reaccionan, pero no previenen. La Defensa Civil ha reportado 180 voluntarios trabajando en evacuaciones y distribución de agua potable, pero los esfuerzos parecen insuficientes frente a la magnitud del problema.
Mientras tanto, los campesinos de El Castillo ven sus cultivos de plátano y yuca bajo el agua, y los transportadores de Vistahermosa enfrentan vías convertidas en canales. Al parecer, los recursos para mitigar inundaciones, que según la Alcaldía están “aprobados” por el Gobierno Nacional, siguen atrapados en la burocracia de Bogotá.
Si el río Guatiquía sigue cobrando su deuda cada año, ¿es culpa de la naturaleza o de una clase política que prefiere cortar cintas a construir diques? Los llaneros no solo enfrentan el agua, sino la indiferencia de un sistema que los deja a la deriva. ¿Será que Villavicencio está condenada a ser la Venecia del abandono, o algún día veremos un gobierno que cumpla lo que promete? Mientras tanto, los ciudadanos se preguntan: ¿quién paga por sus pérdidas, y quién responde por su futuro? Comparte tu opinión en nuestra página y descubre más sobre este drama que no termina.