
¡Holi! Hoy vengo más empacada que esos filtros sin estrenar, para contarles la historia de cómo en San José del Guaviare no les llevaron agua potable a las escuelas… pero sí un cóctel de óxido, caucho y cloro con sabor a tragedia.
En el año 2022, cuando aún creíamos que el agua era incolora, inodora e insípida (y no un veneno embotellado), la empresa EMPOAGUAS E.S.P. firmó un contrato por la módica suma de 33.000 millones de pesos con el CONSORCIO WP, para instalar 113 tanques de potabilización en zonas rurales. Financiado con regalías OCAD-PAZ, el contrato prometía llevar “vida líquida” a los colegios más olvidados. Pero resultó ser más un episodio de “Mil maneras de enfermarse”.
Según los rectores —que no tienen la culpa de nada, salvo de creer que les iban a cumplir—, los filtros fueron una trampa mortal: el agua sabía a neumático hervido, tenía más cloro que piscina olímpica, y algunos niños terminaron intoxicados. Hasta la Contraloría metió cucharón y confirmó que el 100% de las pruebas de calidad salieron con “riesgo medio a alto”. En otras palabras: ¡ni para lavar las manos!
Pero esperen… esto se pone mejor: el contrato no solo salió mal en la ejecución. Desde el inicio ya olía raro (y no precisamente a agua tratada). La planeación fue tan improvisada que incluso hubo instalaciones fuera de tiempo y ¡filtros conectados a tuberías sin agua! O sea, no era potabilización, sino pura imaginación.
Y como cereza podrida en el pastel, una de las empresas del consorcio WP ni siquiera tenía registro mercantil al momento de la firma del contrato. Solo lo obtuvo el 21 de julio de 2023, un año después del convenio. Lo que indica que o viajaron al futuro para registrarse y luego regresaron al pasado a contratar… o simplemente nos metieron un filtro sin sello y sin vergüenza.
¿Cómo se llama esa película? Ah sí: ¿Volver al Fraude?
Entre los protagonistas de este embrollo tenemos a Javier Páez, visto en reuniones oficiales antes de que el contrato existiera, posando con filtros como si fueran premios. También aparece Felipe Romero, socio de Páez y amigo de Ximena Calderón, demostrando en eventos que los filtros convertían agua sucia en potable… aunque ni su pareja quiso repetir la prueba. Porque una cosa es el amor, y otra muy distinta tragarse esa sopa radioactiva.
Felipe, incansable, sigue vendiendo el cuento de los “Lifesaver” en otros departamentos como Vichada y Mitú, y tiene fresco un contrato en Lejanías, Meta, por $1.464 millones. Un agua turbia que sigue corriendo… con plata pública.
Esto, por supuesto, nos da flashbacks del Meta, cuando bajo el gobierno de Juan Guillermo Zuluaga, también se intentó filtrar corrupción vía filtros defectuosos. Ojalá algún día entiendan que el agua limpia no se consigue lavando contratos.