Suplantador, Imputado y ahora alcalde: Villanueva, donde todo es posible

En Villanueva, Casanare, los contratos no se firman: se imaginan. Y si alguien los firma, puede que ni siquiera sepa que lo hizo. O que ni sea él. Porque aquí las asesorías jurídicas se pagan, se ejecutan y se embolsillan… aunque el abogado nunca se haya enterado.

Así comienza esta fina historia de administración pública gourmet, protagonizada por el ahora alcalde Héctor Fernando Vizcaíno Cagüeño, que no solo gobierna, también debuta como figura judicial por unos hechos dignos de «Expedientes Secretos X»: contratos fantasmas, firmas suplantadas y asesorías que, como los fantasmas, solo algunos lograron ver.

Corría el año 2011, cuando ESPAVI S.A. E.S.P., la empresa de servicios públicos del municipio, decidió contratar una asesoría jurídica. Hasta ahí, todo legalito. El elegido fue el abogado Jairo Andrés Castro, según el contrato 007 (sí, como James Bond, pero con menos glamour y más falsificación).

¿El problema? Una prueba grafológica demostró que la firma del abogado era falsa. Ni una tilde coincidía. El contrato fue ejecutado —y cobrado— por otro personaje: Héctor Fernando Vizcaíno Cagüeño, el mismo que hoy ostenta la banda tricolor en el despacho de la alcaldía.

Según denuncias en la Fiscalía, Vizcaíno habría suplantado al abogado Castro para ejecutar el contrato y apropiarse de los recursos. Por eso fue imputado por contrato sin cumplimiento de los requisitos legales y peculado por apropiación. Pero tranquilos: su defensa alega que todo eso pasó hace 13 años, y que ya es hora de olvidar, perdonar y mirar hacia adelante, como si el Código Penal viniera con botón de “borrar historial”.

Pero el presente no se queda atrás. En Villanueva, mientras el proceso penal busca precluir como quien barre la mugre debajo de la alfombra, los lotes y las urbanizaciones ilegales brotan como pasto en invierno. La comunidad denuncia prácticas de volteo de tierras, licencias que se otorgan como pan caliente, y un ordenamiento territorial que parece escrito con la mano de quienes más se benefician.

Y como buen thriller político, aparece un personaje extra: Wilson Gómez, el conocido “zar del ordenamiento territorial” en la Orinoquía. Su nombre resuena en los pasillos del poder y en los planos de predios rurales que mágicamente se convierten en zonas urbanizables.

Mientras la ciudadanía pregunta, protesta y prende el ventilador, el alcalde sigue en su cargo, los procesos se dilatan, y en el despacho municipal no se habla del pasado. Todo se reduce a una frase repetida con convicción burocrática: “Eso fue hace mucho. Ya pa’ qué.”

Porque si algo nos enseña Villanueva es que en Colombia, el tiempo no lo cura todo… pero sí lo archiva.

En Villanueva gobierna un hombre que firmó un contrato con una firma que no era suya, cobró como si fuera otro, y ahora manda como si nada. Si eso no es talento para lo público, no sabemos qué lo es.

Y recuerden, mermeladitos: El delito en Colombia no prescribe por tiempo, sino por astucia.

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