Llanopetrol: la refinería de papel y los angelitos de la política metense

En el Meta, donde los proyectos fallidos se cuentan como ganado en feria, reapareció el cadáver más ilustre de la politiquería local: Llanopetrol, la refinería fantasma. Y como si se tratara de un capítulo de El Show de los impolutos del Meta, dos exgobernadores —Alan Jara y Marcela Amaya— se disputan ahora quién tiene menos culpa en el entierro del elefantito blanco.

La exgobernadora Amaya, con pluma delicada y retórica de víctima, envió una carta abierta al ingeniero Jara. Allí asegura que los ataques de su colega de pasillo político no solo buscan “menoscabar su dignidad”, sino que además rozan lo “mezquino y falaz”. Nada de eso, claro está, sobre el hecho de que durante su mandato la refinería tampoco pasó de la etapa de PowerPoint con render bonito.

Jara, por su parte, se defiende como todo buen exgobernador: sacando pecho de que él sí lo intentó, que prometió tener la planta lista en el año 2000 (hace un cuarto de siglo, para quienes perdieron la cuenta), y que si no se hizo, pues… culpa de otros. ¿De quién? Pues de Amaya, de los inversionistas extranjeros, de las juntas directivas perezosas, de los roedores que rondan los pasillos de la gobernación. Menos de él, obvio.

La pelea suena como esos concursos de “quién lloró más” en la fiesta:

• Amaya: “Fue Jara quien trajo a BRB Solution, esa joya empresarial con más dudas que solvencia”.

• Jara: “Pero Marcela, usted fue la que no siguió el impulso del gran proyecto de mi vida”.

Y así, el petróleo imaginario del Meta sigue enterrado bajo toneladas de excusas y cartas abiertas.

Lo cierto es que Llanopetrol jamás pasó del papel, salvo en comunicados de prensa y discursos de campaña. Pero, eso sí, ahora Amaya defiende su honra como bandera feminista, y Jara reclama el derecho de autor de la refinería fallida. Como buenos angelitos de la administración pública, ambos se pintan como víctimas de un malentendido histórico.

Mientras tanto, el pueblo resiliente del Meta sigue esperando la primera gota de gasolina que nunca salió de la soñada refinería. Pero tranquilos, que entre cartas, reproches y recuerdos de promesas incumplidas, lo único que sí sigue refinándose es el arte de hacerse los inocentes o todo fue a mis espaldas.

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