
La Contraloría Municipal de Villavicencio se puso las gafas de lupa y encontró lo que todos ya sabían, pero nadie quería escribir en acta: seis hallazgos en bienes fiscales que parecen más escenarios de película apocalíptica que propiedades del municipio. Entre ellos, dos con presunto alcance disciplinario y uno fiscal por la módica suma de $6.721 millones.
El premio mayor del hallazgo lo ganó el lote de la antigua plaza San Isidro, que en vez de reactivarse como espacio público, terminó convertido en un centro de reciclaje: colchones deteriorados, puertas oxidadas, restos de comida no comestible y un desfile de plásticos, telas y escombros.
El terreno, avaluado en $5.208 millones, hoy sirve como escenario para dos géneros: 1- Comerciantes aledaños que improvisaron mercado paralelo. 2- Grupos que controlan el comercio informal, porque en Villavo hasta la mafia del rebusque tiene derecho a su pedacito de lote público.
No podía faltar el predio del barrio Maizaro, que, según Catastro, es del municipio, pero sin matrícula mercantil: es decir, es suyo pero no está escrito en ninguna parte. Allí el panorama es digno de catálogo: basura común, plásticos, llantas, cauchos y hasta la ilusión de que alguien se haga cargo. Todo por un avalúo de $1.512 millones, casi que para montar un parque temático del abandono.
La Contraloría también encontró predios municipales que no solo están de adorno, sino que ya tienen nuevos administradores “voluntarios”: personas naturales, jurídicas y hasta juntas de acción comunal que los usan como negocio privado. Entre ellos, uno ubicado al lado de la sede del IDERMETA, que, en lugar de ser espacio deportivo, terminó siendo sede alterna del “club del usufructo”.
Sectores como el anillo vial, San Benito, Emporio, El Remanso, Maizaro y Siete de Agosto también entran al inventario de lugares donde los bienes fiscales duermen, mientras otros les sacan provecho.
Tras escuchar las réplicas, la Contraloría se ratificó: los hallazgos se confirman, y ahora pasarán a las entidades competentes para que hagan lo que mejor saben hacer: abrir procesos. Si al final se recuperan los recursos o alguien responde, será otro misterio que quedará para la próxima auditoría.
En Villavicencio los bienes públicos no se pierden… se transforman en botaderos, negocios improvisados y escenarios de control informal. Y todo avaluado en millones, porque aquí hasta la basura cuesta caro.