Una sola mirla no llama agua, pero sí votos en época electoral

La vía Bogotá–Villavicencio, ese corredor que parece más montaña rusa que carretera nacional, volvió a poner a pelear a la gobernadora del Meta, Rafaela Cortés, con los congresistas del departamento. Ella dice que está más sola que un peaje sin concesionario, y ellos responden que han hecho de todo: leyes, estampillas, discursos y hasta selfies en el kilómetro 58.

La mandataria, con tono de ranchera dolida, soltó la frase que ya debería estar en camiseta y taza de café: “una sola mirla no llama agua”. Traducido al meta–castellano: sin bancada no hay milagro. El problema es que, aunque se la pasa trinando, no muestra cómo va la ejecución de contratos que todavía duermen el sueño de los justos en 12 municipios, ni por qué la torre del Hospital Departamental sigue más quieta que el túnel de Quebrada Blanca después del derrumbe.

Los congresistas, que solo aparecen cuando la vía se cierra, sacaron una carta pública —porque nada más útil que una hoja membretada para contener un alud— donde recuerdan sus logros legislativos: regalías duplicadas, leyes de turismo, modernización de Juntas de Acción Comunal y hasta estampillas. Pura papelería de lujo, porque de proyectos que realmente estabilicen la montaña o garanticen que la carretera deje de ser ruleta rusa, poco o nada.

Mientras tanto, la ANI asegura que ha invertido más de 500.000 millones en tapar huecos y maquillar taludes desde 2010, pero la montaña sigue cayéndose . Los ciudadanos, atrapados entre promesas, derrumbes y cartas públicas, pagan el pato: más caro el transporte, más caras las frutas, más caro todo.

Lo curioso es que la novela se repite: cuando la vía está abierta, los congresistas están ocupados en el “silencio administrativo positivo”; pero cuando se cierra, aparecen mágicamente con botas pantaneras y discursos de emergencia. La gobernadora, por su parte, aprovecha para decir que todo es culpa de la soledad política. En realidad, parece que ambos bandos compiten en la disciplina olímpica de pasarse la pelota mientras la carretera se derrumba.

El fondo del asunto es simple: ni mirlas, ni leyes, ni cartas públicas han logrado lo que la ciudadanía lleva décadas esperando: una vía estable, segura y funcional. Pero, tranquilos, que mientras tanto siempre habrá una rueda de prensa en el kilómetro 58 para la foto.

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