
En la Alcaldía de Villavicencio ladran las promesas, maúllan los reclamos y los activistas animalistas volvieron a salir con pancartas y megáfonos a pedirle al alcalde Alexander Baquero que cumpla la Ley 2054, esa que ordena la creación y funcionamiento del tan anunciado Centro de Bienestar Animal.
Los manifestantes, cansados de tanto ladrido sin acción, recuerdan que desde el inicio del contrato 1788 de 2023 la obra nació con más problemas que un gato con pulgas:
•No tiene red de acueducto, o sea, ni agua para lavar una patica.
•Hay problemas de servidumbre, así que el terreno está más enredado que las promesas de campaña.
•Y todo el proceso, según denuncian, duerme plácidamente en la Secretaría de Infraestructura… donde parece que el único movimiento es el bostezo del funcionario de turno.
Mientras el centro “espera condiciones técnicas”, los verdaderos héroes —activistas, fundaciones y hogares de paso— sobreviven con uñas, deudas y croquetas fiadas. Son más de 100 refugios que cuidan a más de 3.000 animales, sin apoyo real del municipio.
A ellos no les tiembla la voz ni la correa para exigirle al secretario de Gobierno Germán Eduardo Ayala Amaya que agilice la terminación, dotación y puesta en marcha del Centro de Bienestar Animal.
El proyecto sigue sin agua, sin fecha y sin prisa, como si la Ley 2054 fuera un cuento para dormir a los concejales. Y mientras los activistas protestan, los funcionarios repiten el libreto de siempre: “estamos revisando”, “ya casi”, “falta un trámite”. Traducción: no hay voluntad, pero sí discurso.
El Centro de Bienestar Animal de Villavicencio se convirtió en una metáfora perfecta del país: se inaugura sin funcionar, se promete sin cumplir y se deja morir entre oficios y sellos.