Lo advirtieron y no escucharon: hoy Unillanos se gradúa en hallazgos fiscales

En la Universidad de los Llanos parece que los semestres ya no se miden en créditos académicos sino en miles de millones de regalías derretidos como mantequilla en sancocho caliente. Esta semana la Veeduría “Unillanistas por la Calidad Académica, la Transparencia y la Participación Vedullanos – CTP” volvió a decir lo que todos sabíamos pero nadie quería escuchar: que en vez de inversión para frenar la deserción estudiantil, lo que hubo fueron contratitos con sabor a banquete privado.

Porque claro, cuando uno piensa en soluciones de fondo, inmediatamente se le ocurre que lo más sostenible es comprar SIM CARD a través de un intermediario. Nada de fibra óptica, infraestructura o conectividad real… ¡mejor darle negocio a un contratista que ni siquiera va a Claro, Movistar o Tigo, sino que compra y revende como si fueran minutos de cabina en el centro!

Y de la alimentación ni hablar. $46 mil millones en regalías convertidos en platos de arroz con pollo tercerizado. Pero construir comedores, equipar cocinas o comprar buses para transporte estudiantil sería demasiado lógico; mejor contratar a un privado para que facture indefinidamente. Al fin y al cabo, la creatividad de algunos directivos de Unillanos consiste en convertir los gastos recurrentes en el arte del hallazgo recurrente.

La Contraloría ya puso en letras oficiales lo que la Veeduría gritaba en megáfono: “no hubo sostenibilidad”, “posibles hallazgos fiscales”, “plata en gastos recurrentes”. Traducido al español plano: el dinero de las regalías del Meta se tiró como quien riega cerveza en un paseo de olla. Y lo mejor de todo: ni solucionaron la deserción ni garantizaron conectividad. Pero eso sí, los contratistas quedaron bien conectados… con el presupuesto.

Lo de los almuerzos es otro poema. Un estudiante en Granada paga lo mismo que uno en Villavicencio, aunque el almuerzo venga con menú diferente. Economía creativa lo llaman algunos, pero la CGN lo bautizó “posible incumplimiento del principio de economía”.

Y mientras tanto, la lista de joyitas de contratación en Unillanos parece catálogo de supermercado: edificio educativo en riesgo, contratos direccionados a la esposa del arquitecto, auditorios que se inflan más que un sancocho con agua, torniquetes, piscinas de papel, brazos grúa y hasta laboratorios COVID que nunca se construyeron. Una vitrina de “innovación universitaria” que más bien parece empresa criminal con registro en Cámara de Comercio Académica.

La Veeduría no se anda con rodeos: Unillanos fue tomada por una red de saqueadores con toga universitaria. Y si alguien cree que el Consejo Superior y el Consejo Académico no sabían, pues se equivocan: sabían, les advirtieron… y prefirieron hacerse los doctores en administración del silencio.

Así que la pregunta del millón (o de los 46 mil millones): ¿seguiremos viendo cómo se cocina esta receta de corrupción con regalías, o alguien se atreverá a bajarles el fogón?

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