
A 25 kilómetros del casco urbano de Vista Hermosa, en la vereda Alto Guapaya, nace una historia de resiliencia y transformación. Allí vive Adelaida Mondragón, una mujer campesina que, junto a su familia, ha aprendido a cultivar no solo la tierra, sino también la esperanza.
Adelaida es beneficiaria del proyecto de huertas orgánicas liderado por Cormacarena, una iniciativa que está cambiando vidas en las zonas rurales del Meta. Enfrentando condiciones desafiantes como el mal estado de las vías, el crecimiento de los ríos y largas caminatas para acceder al centro poblado, ella encontró en su huerta una alternativa para alimentar a su familia con productos sanos, frescos y sin químicos.
“La huerta es muy buena. Aquí toda la familia nos colaboramos: sembramos tomate, cebolla, habichuela, pimentón… Es muy bueno para nuestra economía. En vez de seguir comprando esos productos, la plata nos alcanza para otras cosas”, cuenta con orgullo Adelaida.
Hoy, su mesa está llena de alimentos cultivados por sus propias manos, lo que no solo mejora su nutrición, sino que fortalece la seguridad alimentaria del hogar. Pero su historia no es única.
En Alto Guapaya, como Adelaida, otras 15 mujeres han encontrado en la agricultura orgánica una forma de transformar sus vidas. Gracias al proyecto, están siendo capacitadas en la creación de huertas y en educación financiera, proyectándose como futuras emprendedoras rurales. Gracias a este proyecto, cada una de ellas ahorra entre $15.000 y $20.000 semanales, un alivio significativo para sus economías familiares y una muestra del impacto real que tiene el apoyo a iniciativas sostenibles en las comunidades rurales. Las huertas orgánicas fortalecen vínculos, empoderan a las mujeres del campo y siembran un futuro más saludable y digno.