Condenado por corrupción y ahora secretario de Gobierno en Villavicencio

¡Atención, mermeladitos! Abran bien los ojos (y cierren bien las fincas), porque regresó uno de los próceres del reciclaje político: el coronel en retiro Germán Eduardo Ayala Amaya, esa joyita que no solo hizo carrera en la seguridad, sino también en el arte del tráfico de influencias con sabor a finca ajena.

Sí, ese mismo que hace unos años fue condenado —con todos los honores del Código Penal— por haber intentado evitar que una víctima del conflicto armado recuperara su tierra. ¿Cómo? Pues muy fácil: ofreciendo dadivas, o sea, con la clásica técnica del billetico debajo de la mesa. Una finca de 2.484 hectáreas no se despoja sola, ¿cierto?

La Fiscalía lo pilló con las manos en la restitución y él, caballeroso, aceptó el delito y firmó un preacuerdo: 35 mesecitos de castigo, una multa casi millonaria y unas vacaciones forzadas lejos de la nómina oficial.

Pero no se preocupen, que en Colombia la corrupción no da cáncer, da currículum. Y como el tiempo todo lo cura (incluso la vergüenza), ahora fue premiado con un cargazo de secretario de Gobierno de Villavicencio, donde podrá seguir haciendo patria, esta vez con el respaldo de una oficina con aire acondicionado.

Por si no lo recuerdan, Ayala fue también jefe de seguridad del gobernador Darío Vásquez, luego secretario con Juan Guillermo Zuluaga, después asesor del mismo cuando fue ministro de Agricultura y, claro, directivo del Centro Democrático en el Meta. ¡Un servidor público con más vidas que un gato!

Ahora, la pregunta del millón (de hectáreas): ¿cómo es que alguien condenado por corrupción vuelve a dirigir los destinos de una ciudad? Fácil: en Colombia, si no hay cárcel, hay cargo.

¡Aplausos para nuestra clase política, que nunca olvida a sus muchachos! El mensaje es claro: si robó, pero fue decente, serio y de confianza, todavía puede servir… para algo.

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