
Meta, tierra de oportunidades… para los que construyen sin permiso. Porque mientras a los campesinos les toca mendigar títulos de propiedad, hay otros que urbanizan, venden y hasta anuncian piscina… todo sin una licencia a la vista.
En plena selva burocrática del ordenamiento territorial, el departamento del Meta se ha convertido en el paraíso de las parcelaciones ilegales. Parcelan el monte, venden a plazos y se saltan las normas como quien esquiva huecos en la capital.
Los lotes florecen como orquídeas en invierno: sin plan parcial, sin licencia urbanística, sin estudios ambientales, pero con nombres rimbombantes que suenan a paraíso, aunque escondan deforestación, invasión de humedales y tala con motosierra.
¿Y los compradores? Gente trabajadora, engañada, que termina viviendo sin servicios públicos, sin escritura y con más riesgo jurídico que la reforma tributaria.
Cormacarena —que ya no sabe si es autoridad ambiental o detective privado— ha atendido más de 400 denuncias en el 2024. Algunas terminaron en capturas, otras en sanciones, pero la mayoría en una pregunta sin respuesta: ¿cómo es que hay barrios completos construidos sin que nadie los haya visto nacer?
Han hecho sobrevuelos, operativos y hasta visitas con drones, pero por cada loteo cerrado, aparecen tres más, como si el código urbanístico fuera opcional en el Meta.
Porque no solo se trata de legalidad. Estas urbanizaciones han arrasado con vegetación nativa, interrumpido quebradas, contaminado humedales y generado más riesgo de inundaciones que aguacero en Villavo. Pero el argumento de siempre es: “es que la gente necesita dónde vivir”, como si eso justificara acabar con la reserva forestal del vecindario.
Muchos de estos proyectos ni siquiera entregan zonas de cesión: ni un parque, ni un andén, ni una canchita de micro. Las urbanizaciones ilegales no dejan espacio para jugar, pero sí para especular.
Y el municipio, que debería controlar, termina regularizando porque “pues ya está construido”. ¿El resultado? Ciudades mal planificadas, sin servicios y con más problemas que soluciones.
Mientras tanto, los verdaderos afectados —la naturaleza, los compradores y el urbanismo— ven cómo se legaliza lo ilegal por la vía de los hechos consumados. Porque aquí no importa si tienes licencia, sino si vendiste todo antes de que llegara la inspección.
Y como siempre, el lema que no falla: «Primero parcelamos… después preguntamos.»



