
El Procurador General de la Nación, Gregorio Eljach Pacheco, acaba de firmar la Directiva 013 del 28 de agosto de 2025, un documento tan solemne como un sermón en cuaresma y tan útil como un extintor mojado en gasolina. Según la letra fina, los funcionarios públicos deben ser vírgenes en asuntos políticos: ni tocar, ni mirar, ni susurrar al oído de un partido. En pocas palabras, la orden es ser neutrales… al menos en el papel membretado.
La medida llega con la precisión de un reloj suizo… comprado en San Andresito. Justo antes de las elecciones legislativas del 8 de marzo de 2026 y las presidenciales del 31 de mayo, con eventual segunda vuelta en junio, el jefe del órgano de control se acordó de que los burócratas no deberían andar regalando cemento, puestos o contratos a cambio de votos. ¡Qué revelación!
Entre las prohibiciones se destacan joyas como:
No usar la camioneta oficial para pasear banderas partidistas.
No obligar al subalterno a vestirse de colores de campaña.
No usar la fotocopiadora pública para imprimir volantes con la cara del candidato de turno.
Y, por supuesto, no disfrazar obras públicas de piñatas electorales.
En resumen: todo lo que ya se hace, pero ahora con la advertencia de “prohibido” en negrilla.
Eljach, con tono de predicador electoral, incluso invitó a la ciudadanía a que ejerza control social. O sea, que los mismos votantes que reciben tamales y tejas de zinc denuncien al político que les dio el regalito. ¡A ver quién se atreve a devolver el mercado por amor a la democracia!
En conclusión, la Directiva 013 es la biblia de la pureza política, escrita en un país donde la política es más adictiva que la natilla con buñuelo en diciembre. Como siempre, el papel aguanta todo… incluso la neutralidad.



