
¡Holi! Hoy les traigo una cucharada de mermelada urbanística directo desde Cumaral, ese municipio donde el campo se vuelve ciudad con solo estampar una firma… y quizás pasar por caja.
Resulta que, según los habitantes que aún creen en los árboles y no en el cemento con vista a potrero, la Secretaría de Planeación se ha vuelto experta en magia: ¡convierte suelo rural en urbano más rápido que usted en pagar impuesto predial! Todo esto, según ellos, sin criterio técnico, sin legalidad… y sin vergüenza.
Pero lo mejor (o peor): ¡lo hacen con un Esquema de Ordenamiento Territorial que no se actualiza desde el año 2000! Sí, desde la época del Nokia 1100. Y claro, como en este país el que no actualiza, gana… pues particulares y funcionarios han aprovechado el “vacío jurídico” para hacer el famoso volteo de tierras. ¿Planeación? No, gracias. Aquí preferimos el “planeado pa’ mí”.
Todo empezó a oler raro desde 2021, bajo la administración del exalcalde Román Bernal, ese que tiene más cuestionamientos que obras. Él nombró a dos piezas clave en este dominó de cemento: Diana Lucía Castro Mora y Mauricio Mesa, quienes al parecer no sabían mucho de urbanismo… pero sí de licencias exprés. Según la gente del pueblo, conseguir una licencia requería tres cosas: papeles, paciencia… y pagar el «peaje institucional». Literalmente, un plan de ordenamiento pero del bolsillo.
Y como en toda buena telenovela local, también tenemos a Lina Burgos, supuestamente amiga del exalcalde, quien no tiene cargo público, pero movía trámites como si fuera la directora de Planeación en la sombra. Lo grave no es que lo hiciera. Lo grave es que, según dicen, cobraba por hacerlo. Y eso, queridos, tiene nombres con sabor penal: cohecho, concusión, enriquecimiento ilícito y demás mermeladas judiciales.
¿Y la nueva administración? Pues… misma receta, distinto cocinero. El actual secretario de Planeación, Guillermo Pinto, no se quedó atrás y siguió repartiendo licencias como si fueran volantes. ¿Ejemplo? Licencia a favor del papá de Pedro Rincón, que además asesora jurídicamente la misma oficina que le autorizó la urbanización. ¿Conflicto de interés? ¡Bah! Aquí lo llamamos «sinergia familiar».
Y como si fuera poco, ya tenemos nombrecitos de proyectos urbanísticos que parecen sacados de un catálogo de paraíso ilegal: Altamira, Valles del Retorno, Villa San Juan… Todos ubicados donde no deberían, algunos en zona de protección ambiental o encima de fuentes hídricas. Porque aquí el agua ya no se cuida, se pavimenta.
¿Y Cormacarena? Bien, gracias. ¿Y el alcalde actual, Albeiro Serna? Muy ocupado, suponemos, porque la omisión también es una forma de gobernar… aunque sea para unos pocos.
Así que ya saben, en Cumaral no se necesita un POT actualizado, ni criterios técnicos, ni ética pública. Solo una firma, un contacto… y una mermelada bien servida.